|
Mi
hijo Edgar
nació el día
29 de Julio de 1993
con una
cardiopatía. Desde que llegó a este mundo ha sido como si no nos hubieran cortado el cordón
umbilical; siempre estaba conmigo. Hemos luchado por él y hemos visto cómo
superaba todo; tenía muchas ganas de vivir, era un niño alegre,
risueño, simpático y jugaba mucho con su hermano. Era la alegría
de nuestra familia.
Después
de la operación de corazón que le hizo el Dr. JAIME MULET
MELIÁ,
el 26 de Octubre de 1994 en el Hospital Clínico de
Barcelona, dejándole
en coma vigil, Edgar pasó a ser el alma y la fuerza de la familia.
Mi hijo mayor adoraba a su hermano; fue tremendo y angustioso cuando
le vió en esta situación vegetativa, se puso muy nervioso y me
preguntó: ¿Mamá, qué le han hecho a Edgar?, ¿cuándo va a
volver a estar como antes?, ¿se va a morir?. Fue terrible, ¿cómo
explicar a un niño de 7 años que jamás podría volver a jugar con
su queridísimo hermano?. Me sentí morir, el mundo se me hundió, ya
nunca más sería como antes, cuando luchábamos con la esperanza de
que aquella intervención quirúrgica le diera la buena calidad de
vida que nos dijo el Dr. JAIME MULET MELIÁ. Ahora sólo quedaba la más absoluta
desesperación.
Tuve
que tomar las riendas, porque mis hijos me necesitaban y también mi
marido. A él le ayudé a que volviera a su trabajo y así, intentar
llevar una vida lo más normal posible dentro de nuestra tragedia.
Yo asumí la lucha diaria en el hospital; estos lo aprovecharon con
presiones y con la amenaza del abogado de ese centro, Sr. RAMÓN
FIGUERAS, que nos envió una carta, en la que nos daba el plazo de
una semana para que nos lleváramos a nuestro hijo de allí; de lo
contrario, Edgar caería en situación de desamparo. Una hora después
de recibir su carta, me personé en su despacho y le dije que parecía
mentira que, siendo abogado, no conociera los derechos de mi hijo
Edgar y de su familia; le exigí que los respetara.
En
la UCI del Hospital Clínico permaneció hasta el 8 de Enero de
1996, cuando el Director Médico de ese centro lo trasladó SIN
NUESTRO CONSENTIMIENTO al Hospital San Juan de Dios. Allí lo
pusieron en la unidad de lactantes, en un reducido box con cinco
cunas más; por éstas han pasado criaturas abandonadas,
maltratadas, con malformaciones espantosas, y he tenido que ver
agonizar hasta morir a algunas de ellas, así como otros episodios
humanamente insoportables.
Por
todo ello, he pedido, en numerosísimas ocasiones, tanto a la
dirección del centro como a la Orden de San Juan de Dios, que Edgar
estuviera en una habitación adecuada para su estado y para su
familia. Lejos de considerar esta petición, el Director de la
Orden, que en aquel año 1996 era el Hermano MIGUEL MARTÍN, respondió
a esta ayuda humanitaria, que yo le había pedido personalmente,
enviando un escrito al juzgado diciendo que yo me quería lucrar.
Esto era otra injusticia más. En este hospital, de inspiración
religiosa y que se nutre de fondos públicos, he tenido y tengo que
luchar para que mi hijo sea atendido, tanto física como
humanamente, en un ambiente totalmente hostil.
Cuando
mi hijo Edgar cumplió 6 años el Director Médico, Sr. Jaime
Pérez Pallerols,
me dijo que estaban buscando colegio para él; entonces me fui a la
Conselleria d´Ensenyament y hablé con la directora para que me
diera la ordenanza de educación. En su contenido no existía ningún
plan de estudios para el cerebro destruido de mi hijo; esta señora
se quedó perpleja cuando le conté la situación y me dijo: “Menos mal que Edgar tiene una madre como tú“.
Pedí
ayuda a los políticos, fui al Parlamento con varias madres de víctimas
de negligencias médicas, también con ellas estuve en la Conselleria
de Salut, pero, todo fue en vano. A día de hoy, sigo esperando algún
tipo de ayuda; con este grupo de madres fuimos a denunciar nuestras
situaciones al Colegio de Médicos; allí pasó lo mismo, es decir,
ABSOLUTAMENTE NADA.
Yo
seguiré luchando, porque mi hijo Edgar
TIENE TODO EL DERECHO A
RECIBIR LA ASISTENCIA SANITARIA CONTINUA QUE NECESITA EN SU CASA; ASÍ,
PODRÍA VIVIR CON LAS PERSONAS QUE TANTO LE QUEREMOS, SU FAMILIA.
Cada
día veo a mi hijo Edgar peor y más deformado; su espalda se ha
doblado, sus rodillas se han abierto y sus manos y pies se han
girado. A pesar de encontrarse en este estado, responde con una
sonrisa a mi voz, a mis besos y caricias, y así, se relaja. Lo más
grave es que no ha tenido las férulas adecuadas, ya que después de
mucha lucha, por fin, conseguí que se las hicieran en el hospital;
y entonces, el ortopeda Sr. Luis González las hizo mal -las de los
pies eran estrechas y le hicieron una herida; y en las de las manos,
el dedo pulgar se le giraba todavía más-. Fui varias veces a hablar
con este señor, porque, a pesar de las muchas modificaciones que,
según él, había hecho, las enfermeras no se las podían poner,
porque Edgar se quejaba y lloraba. Le hacían daño. Le pedí que
las tirase y que las volviera a hacer bien; fue inútil, no hizo ni
caso. Hace años que las férulas desaparecieron, y siempre me
quedara la duda, de si mi hijo está así de deformado debido al
estado vegetativo que sufre, o si esto se podía haber paliado con
un buen control ortopédico y con unas férulas bien adaptadas.
Lo
más ofensivo es el último informe médico que el hospital envió a
la fiscalía, con fecha de 28 de junio de 2006. En él se dice que
le ponen férulas en brazos y piernas, durante la noche, para evitar
deformidades y que son bien toleradas por el niño; ESTO ES
TOTALMENTE FALSO. También se dice en dicho informe que LE
BAÑAN,
cuando la realidad es que le asean en su cama con una palangana.
Otro tanto de lo mismo ocurre con las medicaciones, ya que le
administran bastantes -más de las que constan en el informe-, el cual
firma el Dr. JOSEP CARITG i BOSCH, Adjunto de Dirección Médica.
En
enero del año 2004, el Gerente del Hospital San Juan de Dios, Sr.
MANUEL DEL CASTILLO REY, me envió a 'peregrinar' de despacho en
despacho de la ONCE. Él me había dicho que me concederían
ayudas, que posibilitarían nuestro anhelado deseo de tener a
nuestro hijo en casa. Pues bien, según los responsables de dicha
organización con los que me entrevisté, la ONCE no contemplaba
ningún tipo de ayuda sanitaria. También me hizo ir a Bienestar
Social y Familia, cuando él ya sabía que sólo daban una mínima
ayuda económica, ayuda que ni siquiera solicité. Lo pasé muy mal,
porque tuve que contar una y mil veces, en cada uno de los despachos
que visité, cómo había quedado mi hijo Edgar, en estado
vegetativo, tras la operación que le hizo el Dr. JAIME MULET
MELIÁ. Además, el
Sr.
MANUEL DEL CASTILLO REY me hacía ir a su despacho o me telefoneaba, para
que le informara de con quién había hablado y lo que me habían
dicho. Fueron meses durísimos para mí.
Después
del verano, el gerente me sometió a una auténtica persecución,
tanto cuando estaba en el hospital con mi hijo, como por teléfono,
exigiéndome que pidiera el alta voluntaria o, de lo contrario, él
haría que me retiraran la custodia. Su actitud fue
inexplicablemente acosadora, llegando al punto de que tuve que pedir
ayuda a mi abogado. Éste le requirió por escrito. El Sr.
MANUEL DEL CASTILLO REY ni siquiera contestó, aunque eso sí, cesó de inmediato
en su acoso. En el mes de diciembre, y como “regalo“ de
Navidad, hizo un escrito a la fiscalía.
En
enero del año 2005, volvió a la carga y ordenó que durante
el día, mi hijo pasara unas horas en la sala de juegos; eligió las
horas del mediodía. Él sabía que yo estaba en casa, ya que vienen
a comer mi hijo mayor y mi marido; también conocía, porque yo se
lo había contado, que Edgar se asusta mucho con los ruidos, voces y
gritos, se pone muy rígido y le cuesta mucho respirar. Como no podía
ser de otro modo, a raíz de estos paseos, Edgar empeoró. A esta
sala de juegos van chicos de psiquiatría y cuando se enfadan, tiran
los juguetes por los aires; esto es lo que me dijeron los dos
voluntarios (personas jubiladas), que estaban de responsables en
ella. Ellos también estaban de acuerdo conmigo en que era un
peligro que a mi hijo lo llevaran allí. EL Sr. MANUEL DEL CASTILLO
REY SÓLO
LO HACÍA PARA DESESTABILIZARME. Ante esta situación, tuvo que
intervenir, nuevamente, mi abogado, exigiendo al gerente que cesaran
estas “excursiones“; la carta tampoco tuvo contestación, pero
sí tuvo efecto, porque no volvió a ocurrir.
Transcurrido
el año 2005, sin que el gerente consiguiera su objetivo, en el mes
de enero de 2006 trasladó a mi hijo a una habitación ¡¡para
enfermos peligrosos!!, dentro de la unidad de psiquiatría, en la
octava planta. A pesar de los requerimientos hechos por mi abogado,
para que se le traslade a una habitación que corresponda con su
estado, el Sr.
MANUEL DEL CASTILLO REY no ha accedido a ello, a sabiendas de
que esta situación agrava constantemente la tensión familiar y
personal, teniendo como única finalidad el conseguir su injusto
propósito. Este señor sabe que los daños y sufrimientos psicológicos
que sufrimos, desde la operación de mi hijo Edgar hasta la
actualidad, son innumerables e incalculables; a pesar de esto, el
gerente ha llevado su presión hasta el límite de mis fuerzas, de
modo que he puesto estos hechos en conocimiento del juzgado, para
que se depuren las responsabilidades oportunas. Por muchas presiones
y amenazas, lo único que está consiguiendo realmente es aumentar,
aún más si cabe, mis ganas de LUCHAR
contra esta injusticia.
Después
de estos larguísimos y durísimos años de lucha contra toda esta
estructura infranqueable, yo seguiré con la esperanza de que, algún
día, todas y cada una de estas administraciones y organismos se
humanicen, respeten los derechos de mi hijo Edgar, de su familia y
así se haga justicia; mientras ésta no llegue, YO SEGUIRÉ
LUCHANDO.
|
 |